Con lágrimas de cebolla,
y dedos de perejil
cocinaba la comida
la señorita Cecil.
…
No tenía muchos amigos,
le costaba sonreír,
así como a otros les cuesta
leer, sumar o escribir.
…
Cecil se reía sola
mientras picaba el tomate.
Algunos la creerían
una loca de remate.
…
Es que esa noche vendrían
tres amigos a cenar.
¡Sí, sí! Los tres prometieron:
-Puntuales hemos de estar.
…
Un tuco bien colorado,
fideos como lombriz
y de postre preparaba
un heladito de anís.
…
Fallaron los invitados:
don Pedro perdió su tren,
doña Lucía tosía,
Juan no se sentía bien.
…
Mientras lavaba las ollas
y congelaba la cena
Cecil guardó en la heladera,
junto al helado, su pena.
Karina Echevarría
Iba a comentarlo el otro día pero no sé con qué cosa me distraje. En fin, te lo comento ahora: Ay, Cecil, no se me aflija/ saque el helado y su pena/ yo iré gustosa a su casa/ si me cuenta dónde queda…