Leer para los que no leen

leerrLeer no es el acto de decodificar un texto. Leer es un proceso que involucra múltiples y variadas estrategias y habilidades con el fin de apropiarse del sentido de un texto, comprenderlo, interpretarlo. Esta cuestión de «apropiarse» del sentido de un texto me parece clave a la hora de pensar en lectura con alumnos del actual secundario. Todos hemos asistido con frustración al hecho de un alumno que «lee de corrido» sin poder luego dar cuenta de lo que ha leído. Está claro que la decodificación no implica necesariamente lectura. Pero también está claro que los lectores pueden apropiarse del sentido de un texto aún sin saber decodificar. La práctica de la escucha de cuentos leídos por la maestra es habitual en el nivel inicial y en los primeros años de la escuela primaria. Sin embargo, desaparece en el nivel secundario.

Daniel Cassany, en Como una novela, habla de este abandono que los adultos hacemos de nuestros jóvenes lectores a partir del momento en que los vemos capaces de decodificar:

«¡Qué magnitud la de esta traición!

Él, el relato y nosotros formábamos una trinidad que se reconciliaba cada noche; ahora se encuentra solo frente a un libro hostil.

La levedad de nuestras frases lo libraba de la pesadez; el indescifrable hormigueo de las letras ahoga hasta la tentación del sueño.

Lo iniciamos en el vuelo vertical: se estrelló por el estupor del esfuerzo.

Lo dotamos de la ubicuidad: helo ahí preso en su cuarto, en su clase, en su libro, en una línea, en una palabra.»

No basta con decodificar para leer, menos aún si queremos que la lectura sea sinónimo de placer, de disfrute, si queremos que la literatura sea una opción frente a otras más a mano, más accesibles.

La experiencia

Cincuenta y tres chicos y chicas entre los doce y los quince años cursan el 1er año de secundaria en el Colegio Madre Teresa de Virreyes. Ellos provienen de barrios humildes, con numerosas carencias y las características propias de cualquier grupo de adolescentes. Frente a la tarea de promover la lectura como fuente de placer estético, la primer dificultad que surge es la decodificación. Todos leen, en el sentido más restringido de la palabra: decodifican. Sin embargo, les cuesta entender un texto si lo leen en silencio. Sin embargo, se traban cuando leen en voz alta.

Frente a estas limitaciones, planificar un itinerario lector, tal como lo exigen nuestros contenidos curriculares con una cantidad determinada de libros leídos durante el año es casi estrellarlos contra las hojas impresas.

Entonces iniciamos nuestro momento de lectura: algo así como esa hora del cuento en que la señorita del jardín les leía en voz alta. La profesora de secundaria también puede leer en voz alta, y no sólo puede, sino que debe cuando se trata de que sus alumnos lean. Comenzamos con cuentos de terror, uno cada lunes, tratando de superarnos en lo escalofriante del relato… ¡como si pudiéramos superar la imaginación de ellos! Después pasamos a una novela: Maruja, de Ema Wolf. Aunque el libro estaba dirigido a niños más pequeños, lejos de ofenderse, los chicos disfrutaron mucho del humor de la autora, y como era corta, la acabamos pronto y nos quedamos con ganas de más. Entonces los gustos se diversificaron y tratamos de lograr un consenso en los intereses. Para los varones algo de miedo y de aventuras, elegimos ¿Quién le tiene miedo a Demetrio Latov? de Ángeles Durini. Las chicas querían algo más realista y una historia de amor, elegimos El complot de las Flores de Andrea Ferrari.

Un capítulo cada semana, y que la profesora no se olvidara el libro porque entonces todo era reproche y mal humor. Los alumnos se comprometieron con las historias y querían saber si Demetrio seguiría sufriendo o si Mara y Sebastián se enamorarían. Se apropiaron de la historia, se involucraron, ¿alguien podría decir que no eran ellos los que estaban leyendo?

Antes de fin de año, pudimos leer una novela más en cada curso: Desde el ojo del pez de Pablo de Santis con las chicas e Historia de una gaviota y del gato que le enseñó a volar de Luis Sepúlveda con los varones.

A la hora de evaluar el itinerario lector se les preguntó qué sentían o pensaban mientras la profesora les leía en voz alta. Esto es lo que dijeron:

«yo siento como que imagino lo que la profesora está leyendo» (Fabián);

«todos nos concentrábamos y escuchábamos» (Brian);

«te entretiene y te dan más ganas de leer» (Micaela);

«pienso o siento que me lo imagino y eso es divertido» (Andrea);

«la profe leía y yo me lo iba imaginando en mi cabeza» (Cecilia);

«es como si viajáramos a ese mundo, te entra en la cabeza y te hace entrar en esa realidad» (Nahuel).

La alquimia

Se ha hablado en numerosas ocasiones del mediador en la lectura. El Ministerio de Educación, a través de lo que fueron las «Sugerencias para la lectura en voz alta», plantea al mediador como «un compañero más experto que ayude al aprendiz a transitar desde su mirada y su conocimiento nuevos horizontes». La mediación que mis alumnos necesitaban, en este caso, pasaba principalmente por lo instrumental o lo mecánico de la lectura, para llegar a la verdadera apropiación del texto.

Mempo Giardinelli, en su libro Volver a leer, afirma: «la lectura en voz alta es para mí el camino más poderoso del fomento de la lectura. Es la vía ideal, casi perfecta, para el establecimiento de una relación amistosa con la lectura y con los libros». Pero no solamente es una forma de acceso a los libros, él mismo afirma que desde el sentido común, como actividad familiar la lectura en voz alta ha cumplido múltiples funciones a lo largo de la historia: «calmar a los bebés, alimentarlos por boca y por espíritu, ayudarlos a construir su vocabulario, sosegar las inquietudes de los niños, entretenerlos cuando están inquietos o aburridos, explicarles los lazos parentales y el tamaño y comportamiento del mundo en que viven, alentar su curiosidad, fortalecer y facilitar su camino hacia el conocimiento y el saber, darles placer y alegría.» No es casual, creo, que chicos que presentan serias dificultades de comportamiento y problemas disciplinarios, durante la hora en que la docente leía en voz alta se calmaran, se aquietaran y exigieran ellos mismos el silencio de sus compañeros.

Son casi adultos para la sociedad en que están insertos. Pero son adolescentes, y quizás justamente por eso todavía recuerdan muy bien que fueron niños. Todavía recuerdan que los cuentos son bonitos y los piden. La lectura en voz alta, puede rescatar esos recuerdos y renovar el deseo de seguir aprendiendo a leer, porque no nos engañemos, a Dios gracias, nunca se termina el aprendizaje de esta alquimia que da vida a los sueños escritos en papel.

Esta experiencia continuará…

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Acerca de kareche

Autora y editora. Profesora de Castellano y Literatura. Especialista en Literatura infantil y juvenil.
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5 respuestas a Leer para los que no leen

  1. Manuel dijo:

    Magnífico post. Me ayuda a seguir leyendo en voz alta en mi clase de cuarto de primaria, porque a veces me pregunto si servirá para algo y si no estoy perdiendo el tiempo. ¿Cómo evaluar estos ratos de lectura?

    Bueno tu post me deja la conciencia un poco más tranquila…

    Manuel

  2. kareche dijo:

    Qué bueno, Manuel!
    Yo estoy convencida de que es el tiempo mejor empleado, pero en verdad no lo digo sólo yo. Pennac opina lo mismo en su libro Como una novela, y escuché a Tonucci en una entrevista decir esto también, por citar dos ejemplos.
    Está bueno sentirse acompañado en las quijotadas que emprendemos, ¡sigue adelante!
    Un abrazo.

  3. solsilvestre dijo:

    Qué linda experiencia, Karina. Hay muchos libros que son bien amigables para ser leídos y que además despiertan el interés de los adolescentes: El niño con el pijama a rayas, y decirte alguna estupidez por ejemplo te quiero, La voz de la madrugada son algunos de los que me vienen a la mente ahora.
    Te reitero lo que ya te dije por el foro de LIJ: buenísimo el blog, ya lo apunté entre mis favoritos.

  4. Marcela Odero dijo:

    A lo mejor en secundaria nos resistimos más a leer en voz alta porque creemos que es algo más «lúdico» y entonces menos serio. Por otra parte, si la cosa no funciona, se nota más y nos obliga a interrogarnos sobre la dificultad, sobre cómo seguir. De otra manera, probablemente la responsabilidad revierta en los chicos, en su compromiso, su atención, etc. A esta altura todos sabemos que leer es algo muy complejo.
    Por otra parte: ¿y los adultos? ¿a quién no le gusta una buena lectura en voz alta? Es como una caricia. No habría que privarse de estas experiencias.

  5. lumiii dijo:

    bueno yo estoy en 6toc y me lei este libro en 2horas y me parecía bueno me gusta mucho leer pero cuando me hacen leer en vz alta me da cosa pero es natural y me encanta leer en vz alta pero aveces mis compañeros se rien y hacen burla eso lo q no me gusta de leer en vz alta a mi mg leer en vz alta pero para mi sola pero estaría bueno leer en frente de todos es un desafio !! pero digo q este libro me encanto

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